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Paula Uarac, de  16 años: “El deporte es mi gran pasión, me ayuda a liberarme”.

Esta adolescente de Los Ángeles sabe hace dos años que tiene diabetes tipo 1. Cuando debutó, su principal miedo fue que le prohibieran continuar con su práctica de voleibol, pero eso no sucedió.

Dedicada full al voleibol desde los 12 años, Paula Uarac lo practica 3 a 4 veces a la semana, no solo en su club Trekán sino también en su colegio, el Liceo Alemán del Verbo Divino, junto a Florencia, su hermana melliza. “El deporte es mi gran pasión, me ayuda a liberarme y a enfocarme solo en el juego”, afirma.

Pero en el camino esta deportista encontró un escollo. Hace dos años, cuando tenía 14, le diagnosticaron diabetes tipo 1. “Había bajado de peso, su sed había aumentado y pasaba mucho tiempo en el baño. Esos síntomas nos alertaron y la llevamos a realizarse exámenes. Le detectaron 400 mg/dL de glicemia y la dejaron internada en la UCI”, recuerda su madre, Claudia Rojas.

Al principio fue difícil para la familia asumir la situación, especialmente para Paula, aunque hoy ya puede sobrellevarla mejor. “Hice un trabajo con mi couch y psicólogo Daniel Zúñiga que me ayudó mucho. Además, pude seguir jugando voleibol. Mi mayor susto era que me lo prohibieran”, confiesa la joven.

Plena confianza

Si bien para algunas personas que debutan con diabetes cambiar sus estilos de vida puede resultar complejo, para Paula ha sido diferente. “Mis hábitos de alimentación siempre han sido buenos, por lo que no ha sido un tema complicado. Lo más difícil ha sido compatibilizar el deporte, la glicemia y la comida, ya que debo estar constantemente pendiente de mis glicemias. Y de comer en ocasiones sin querer, porque muchas veces debo subir mis glicemias para poder jugar un partido”, asevera.

En su aprendizaje le fue muy útil asistir este invierno a un campamento de la FDJ (Fundación de Diabetes Juvenil) cerca de Santiago, donde compartió con otros jóvenes como ella. En cuanto a su colegio, no ha tenido ningún inconveniente, porque saben del tema, ya que cinco de sus alumnos tienen la misma condición. “Incluso me inyecto insulina en la sala de clases, porque estoy en un ambiente de plena confianza”, agrega.

Luego de dos años, Claudia también ha aprendido mucho de la diabetes, pues al principio no sabía casi nada, ya que nadie en su familia la había desarrollado. “Al principio pasaba susto, especialmente cuando Paula salía de la ciudad a competir, pero tuve que confiar en que todo saldría bien. Y, claramente, obtener toda la información que se pueda para ayudarla más”, afirma.

Paula tiene una mirada positiva sobre la diabetes y su futuro. “Con un buen control se puede seguir adelante y hacer de todo. El único inconveniente es tener que controlarse tanto, pero es algo con lo que se puede vivir sin mayores problemas”.

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