Alejandra Ávila, enfermera a cargo del Programa de Diabetes Mellitus 1 del IDIMI - HCSBA: “Siento el cariño de los papás y de los niños” .
El teléfono de Alejandra está siempre encendido, las 24 horas del día, sin importar si es fin de semana, feriado o que esté de vacaciones. Sabe que para las familias de niños con diabetes es importante que haya siempre alguien dispuesto a apoyarlos en lo que necesiten, responsabilidad que asume hace ya varios años con mucho amor.
Tiene una sonrisa a toda prueba. Con ella recibe a todos los que ingresan a su oficina en el Hospital San Borja Arriarán, que no son pocos: niños con diabetes, mamás, médicos y otros profesionales. En sus paredes lucen tarjetas con emotivas dedicatorias, fotos, globos y otros recuerdos que dan cuenta de la trayectoria de Alejandra Ávila como encargada del Programa de Endocrinología Infantil y Genética del IDIMI - HCSBA y, puntualmente, de su Programa de Diabetes Mellitus 1.
Estudió Enfermería en la Universidad de Concepción, egresó muy joven y se estableció en Santiago. Al llegar, trabajó alrededor de seis meses en el consultorio de Maipú. Posteriormente se trasladó al Hospital San Borja Arriarán, donde ha permanecido durante los últimos 30 años. “Primero estuve en pediatría, y después de tener a mi primera hija me vine al Instituto de Investigaciones Materno Infantil (IDIMI). Me pidieron que preparara este servicio para dar atención a niños con patologías endocrinas. Estando acá vi la necesidad de atender a los niños con diabetes, y empecé con el Programa de Diabetes Mellitus 1, el que ha crecido mucho; ahora es conocido a nivel nacional y vienen a formarse profesionales de todo el país. Tengo muchas alumnas”, dice con orgullo.
En éste confluyen distintos profesionales: médicos, nutricionistas, psicólogos, asistentes sociales, y Alejandra, enfermera, junto a sus dos técnicos paramédicos, “que son una maravilla porque ellas además de ayudarme mucho, juntas hemos aprendido lo que es tratar con niños”, cuenta. Y explica que tienen educación en diferentes niveles y etapas desde que el menor debuta con diabetes. “Van pasando por niveles primario, secundario y terciario, pero no es algo rígido, ya que cada paciente es diferente”, agrega.
Generalmente los menores llegan a Urgencia cuando debutan, y una vez que están estabilizados, son visitados por esta enfermera y su equipo, para conocerlos y comenzar el trabajo. “Lo primero es entregarles la tranquilidad y el apoyo necesario tanto a los papás como a los niños”, asevera. Alejandra trata que la hospitalización sea lo más breve posible, “ojalá que en no más de cuatro días estén de regreso en sus casas con todas las indicaciones y materiales para su autocontrol”, añade.
Apoyo a las familias
El diagnóstico suele ser doloroso para las familias. Las mamás, quienes generalmente son las más cercanas, “se hacen las fuertes, pero en algún momento se quiebran. Los niños también, pueden tomarlo bien al comienzo pero después, en muchas ocasiones, presentan estrés emocional que se refleja en que no quieren pincharse, rechazan parte de la alimentación balanceada que les sugerimos, que no es una dieta especial, pero sí una alimentación saludable. La verdad es que es difícil”, admite.
Además, siempre hay mitos, “como que no van a poder jugar porque si se caen van a tener que cortarles el pie, por ello, tenemos que educarlos y cambiar la mirada”. Para eso, señala, hay que involucrar a los padres y ojalá a toda la familia. “Hacemos reuniones y tratamos que vengan ambos padres. En algunos casos vienen hasta los abuelos", cuenta.
Cada año se atienden alrededor de 180 niños, quienes a pesar de crecer y convertirse en adultos, siguen vinculados con Alejandra y su equipo. “A veces vienen a presentarnos a sus hijos, y con varios nos hemos seguido juntando. Es un vínculo para toda la vida, porque los conozco desde pequeños”, afirma.
“Tener mi celular encendido me tranquiliza”
En paralelo a este trabajo de educación en el hospital, está disponible todos los días del año, en todo horario, para que puedan llamarla si surgen dudas. “Incluso en vacaciones los atiendo, aunque mis pacientes solo me llaman o me mandan un WhatsApp cuando es algo realmente urgente”. Su familia, revela, está acostumbrada a este ritmo. Su marido Marcelo, “prácticamente me conoció así, y entiende mi trabajo y el compromiso con los niños”, asevera.
Recuerda un episodio, en el cual su hija Marcela le pidió que apagara su celular, “pero yo le expliqué que tenerlo encendido me tranquilizaba porque sabía que estaba disponible por si los papitos o los niños necesitaban mi apoyo. Ella lo entendió y nunca me han reclamado”. Alejandra tiene además otra hija, Paula, y una nieta de 6 meses, Mia Pascale, “que es exquisita”, comenta.
“Me llena de satisfacción mi labor. Siento el cariño de los papás y de los niños, eso me motiva a seguir trabajando y a aprender cada día más”, dice llena de orgullo. Tanto es así que junto a un grupo de enfermeras decidieron formar hace un par de años la ACHIENED (Asociación Chilena de Enfermeros Educadores en Diabetes), en la cual “trabajamos para tener objetivos comunes, para que la educación sea transversal en todo el país”, agrega.
Como presidenta de esta agrupación, en su afán de capacitar y compartir conocimiento con sus pares, hoy prepara un seminario sobre bombas de insulina en la Universidad Los Andes. Así, ella bien lo sabe, su aporte y el de otros traspasará los muros de su centro de salud para llegar a todo Chile.