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Ignacio Vilches (19 años): “Cuando supe que tenía diabetes me afligí, no quería sentirme diferente a mis amigos.”

“Salgo y carreteo como cualquier joven de mi edad”, relata este joven estudiante de Enfermería. Con su polola mantiene una relación como cualquier pareja, "con la única diferencia que ella sabe medirme la glicemia e inyectarme la insulina, ya que se lo enseñé en caso de ser necesario”, añade.

Dejar a la familia no es fácil, especialmente cuando no se alcanzan los 20 años. Sin embargo, muchos jóvenes deben establecerse en otras ciudades para estudiar lo que les gusta. Este es el caso de Ignacio Vilches, de 19 años, que se trasladó hace un año y medio desde La Serena a Viña del Mar para estudiar Enfermería en la Universidad Andrés Bello.

Ignacio llegó a vivir a un departamento con unos amigos. Su familia, conformada por sus padres, hermano y abuela, quedó en La Serena. Todo iba bien hasta que en febrero de este año presentó síntomas que lo alertaron. “Sospeché que era diabetes. Tenía los típicos signos: sed, tomaba 7 litros de agua al día, orinaba mucho en la noche y a pesar de que comía me sentía fatigado”. Solo necesitó corroborar con un médico que tenía diabetes tipo 1.

“Cuando supe me afectó harto. Me afligí, porque pensé que me cambiaría mucho la vida. No quería sentirme diferente a mis amigos. Algunos se sentían incómodos cuando comían algo dulce delante de mí, yo les explicaba que a mi no me afectaba, que no se preocuparan”, agrega.

Si bien su familia está a varios kilómetros de distancia, se mantienen preocupados por su salud. Pero él tiene claro que la responsabilidad de mantener estable y controlada su condición es suya. “Aprendí a ser responsable. Ya no puedo comer cuando quiera o lo que desee, debo ser ordenado con los horarios y con lo que ingiero. Cuando tengo que realizar campus clínico, pido permiso para tomar una colación, ya que en esas prácticas uno pasa muchas horas sin comer”, asevera.

Evitar hipoglicemias

En la universidad o cuando viaja, Ignacio sabe que debe preparar porciones para alimentarse cada 4 horas. “Me costó al principio, pero ya sé hacerlo. Debo estar siempre atento para evitar hipoglicemias”, afirma. Este compromiso no es fácil para un joven de 19 años. “Salgo y carreteo como cualquier joven de mi edad”, relata.

Si bien no tiene hobbies específicos, le gusta trotar en la playa e ir al cine con su polola. Ignacio cuenta que su relación es como cualquier pareja y que para ella no ha sido tema que tenga diabetes. “Tenemos un pololeo normal, con la única diferencia es que ella sabe medirme la glicemia e inyectarme la insulina, ya que se lo enseñé en caso de ser necesario”. Respecto a su futuro, pretende quedarse a trabajar en Viña del Mar y, a pesar que no se imagina casado, sí le gustaría seguir en pareja y tener hijos.

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